Es el terreno que pretendo, el de los principios básicos. Caminando por ahí me encontré un día con Eduardo Galeano y tome su mano: “Al fin y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.
Robo el título a Isabel Coixet, quien tanto nos enseña a amar los cosas amables de la vida. Coixet abre la puerta del periodismo para permitirme una pequeña reflexión sobre el cierre de CNN+. El ejercicio del periodismo nos suele enseñar que los mejores textos son aquellos que resisten el paso del tiempo, esos textos que leídos 6 meses después no necesitan del tipex emocional. Ahí quiero encajar esta reflexión de Tomás Eloy Martínez, sé que muchos compañeros de CNN+ la pondrían encima de su mesa de trabajo:
“El compromiso con la palabra es a tiempo completo, a vida completa. El periodismo no es una camisa que uno se pone encima a la hora de ir al trabajo. Es algo que duerme con nosotros, que respira y ama con nuestras mismas vísceras y nuestros mismos sentimientos”.
Y porque esta entrada no conseguirá resistir el paso del tiempo me permitiré escribir, en lo que será un error, que el ejercicio del periodismo en libertad no ha ayudado a superar las cuentas de resultados de PRISA. Luego lo cuento. Ahora quiero dejar un dato de ayer.
Si tenemos 20 canales temáticos y si cada uno de ellos en sus 24 horas de emisión emite +/- 50 programas tenemos que el conjunto de las temáticas de la TDT emitieron ayer martes 14 de diciembre +/- 1.000 programas. ¿Sabéis en que puesto del ranking quedó el informativo principal de CNN+? El noveno, sí el 9º. No parece mal dato. 1.349.000 personas siguieron su emisión. CNN+ (datos de diciembre) tiene de media en cada momento de su emisión 58.000 personas ante el televisior, en lo que llevamos de mes CNN+ ha registrado más de 20 millones de contactos, 20 millones de momentos en los que un espectador ha pasado por ahí (al menos un minuto) para interesarse por sus contenidos. ¿Entonces?.
Las causas más certeras de los porqués las cuentan mucho mejor que yo quienes saben de verdad de qué va esta película del periodismo en televisión. Aquí mis colegas y muy queridos compañeros Rafa Díaz Arias o Juan Tortosa.
Yo a lo mío, a lo superficial. Al lugar en que mis neuronas no se agotan. Ahí, en ese transito, echaré mucho de menos cada noche, a eso de las 22h, los análisis del maestro de periodistas. El profesional que desde la tranquilidad que da hablar desde la extrema libertad dice cosas para las que un país no está preparado. Aquí un discurso que no gusta en Moncloa, tampoco gusta en Génova. Por no gustar no gusta ni en Miguel Yuste 40. Lo escondieron pensando que nadie lo iba a escuchar y resulta que la gente se colgó de él.
Intento que mi vida no acelere, nunca. Intento vivir a 60 pulsaciones, siempre. Intento no ser igual y en ese esfuerzo pretendo, siempre que puedo, no parecer distinto.
Mi vida profesional, e intento que también la personal, va de la mano de una de las grandes frases que el genial director de cine Jonathan Demme nos regaló en la no menos genial "El silencio de los corderos".
“Principios básicos agente Starling” le decía el doctor Lecter a Jodie Foster. Y la vida es así. Los principios básicos nos mueven las emociones, nos hacen cercanos y queridos, quizás lejanos y odiados. Todo dependerá de cómo los sepamos administrar.
En la palabra, en la distancia corta, en la mano abierta, ahí se refugian las claves de nuestras vidas. Ahí todos somos iguales…y todos somos diferentes. “Se tú e intenta ser feliz pero ante todo se tú”. De Lecter a Charlie Chaplin.
Y así se forja mi vida (creo que también la tuya). Cuanto más creo saber mejor administro la sencillez. No es ninguna paradoja; administrar lo sencillo es terriblemente complejo. Los miedos y las inseguridades son ingredientes que forjan nuestra identidad, son parte del ADN del yo. ¡No hagas esto!, ¡no hagas lo otro!, ¡no molestes!, ¡no metas ruido!, ¡deja paso!, ¡no comas mucho!, ¡come más!, ¡anda más despacio!, ¡anda más deprisa!
A ver quién es el guapo que sale indemne de tanta ley. Y uno llega a los 40 (fue mi caso hace 6 años) y mira hacia atrás con el vértigo de todo lo que le queda por hacer si mira hacia delante. Esa máxima para quienes administran bien porque todos conocemos a muchas personas que a los 40 ya deciden cerrar la atalaya. Luego, ¡es normal!, se quejan porque el corazón se les llena de musgo.
Y en ese tránsito las circunstancias me llevaron a estudiar “Ciencias de la Información” (Universidad del País Vasco UPV/EHU), una de las carreras más ampulosas que conozco, etérea como el humo, más por vaga que por sutil. Cinco años de clases, que no estudios, a cambio de un título. “La información no sirve de nada si por ella no pasa la vida”.
Años después llegó Emilio Lledó (mi principal maestro). Con él una frase (la leída) puso en su sitio a los casi 30 enseñantes (ni profesores, ni maestros) que mal que bien se ganaron su sueldo en la Facultad. Encajado a Lledó ya no me interesa la información sin comunicación; ahí me empeño. Por lo menos el título me ha permitido 20 años de ejercicio profesional, siempre en la televisión pública de España (TVE). En esa práctica pretendo ser periodista. Si no llegó quizás me quede en comunicador; no es mala meta frente a quienes se conforman con ser licenciados.
Y en el otro tránsito, en el de los principios fundamentales, está la gente que ha decidido regalarme parte de su vida; Inma, Ander y Amaia. Principios básicos. Agua, tierra, aire y fuego.
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