Reformulemos la calidad del periodismo

Dicen que es, en el mundo, uno de los problemas matemáticos más complicados de resolver. La teoría o Campo de Yang-Mills, en una simplificación absurda que así tiene que ser para que los periodistas lo entendamos, viene a decir que A+B no es igual que B+A, al menos no lo es en toda condición, principalmente en aquellas relacionadas con la física cuántica.
Mis antecedentes penal-académicos tienen cierta querencia por el mundo de las ciencias. El grado de querencia es muy inferior al de la incapacidad que muestro para desarrollar cualquier problema relacionado con las matemáticas (y ahí está mi poco honrosa "expulsión" de la carrera de Ciencias Biológicas). Hecho este reconocimiento de incapacidad también digo que soy (¡viva la modestia!)  el menos incapaz de los jefes que he tenido. Todos ellos y sus jefes (los jefes de mis jefes) trabajan obsesivamente en la ecuación de la objetividad, esa cualidad que sabemos que no existe en periodismo, lo dice John Carlin:

La objetividad es un cuento chino. El periodista debe ser honesto"


A los jefes de los jefes de mis jefes les tranquiliza decir que la objetividad sí es posible, les tranquiliza porque creen que esa mentira tranquiliza a los políticos que malmandan en España.  Pocas cosas hay más peligrosas en el mundo que un político que cree que debe salir en televisión y no sale cuándo y cómo quiere. Y mis jefes, poco capacitados para desarrollar una ecuación que sustente el periodismo de calidad, sacan el cronómetro y se entrenan en pararlo a la décima de segundo. Si la gráfica se parece al porcentaje de voto  que cada partido obtuvo en las últimas elecciones generales mis jefes sonreirán. Donde ellos ven la cuadratura del círculo yo observo un sometimiento vergonzante de las reglas del periodismo a los intereses de la política interesada en mantener sus intereses.

¿Alguien ha visto en los últimos 20 años un informativo de televisión en España en el que no aparezca algún político?

Sirva el pesado preámbulo para anunciar que durante el verano, mientras los informativos se llenan de playas, piscinas, aeropuertos, agencias de viajes y carreteras; voy a trabajar en una fórmula que en su resultado hable de la calidad de la información. De momento ya se me ocurren algunas variables como el índice de honestidad profesional, el grado de interés ciudadano, la ausencia de contenidos vacuos, la experiencia del periodista en el oficio, la presencia de palabras huecas, el grado de potencial guerracivilización de la convivencia ciudadana,  ..... (continuará).

Y aquí una maravilla que, ya he elegido, será el epitafio audiovisual de la urna que me acunará cuando sea reducido a la nada.

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1 comentarios:

Ana dijo...

Reflexiones de Ramonet en su libro "La explosión del periodismo", me he acordado de tí (otra vez):

"Cuando los periodistas se rebelan contra las malas condiciones laborales, los grupos ponen en competencia a aquellos 'freelances' internacionales con esos periodistas, lo cual indica bien que esta explosión del periodismo puede llevar a la disminución de la calidad de la información. Pero hay que apostar por que nuestras sociedades, las más educadas de la Historia, no se van a contentar con una información de baja calidad, también querrán información de buena calidad que solo los periodistas pueden ofrecer".

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