En el jenkem del periodismo

A veces lo hago, respiro los gases del periodismo o de lo que queda de él. Respiro hondo porque busco lo que no encuentro. Me mareo. Prefiero no contar detalles de la técnica del JENKEN, mentira o leyenda. Dicen que en el jenkem del periodismo es importante dejar reposar las heces, las tintas de sus titulares, las ondas de sus sonidos, los electrones de sus pantallas. El periodismo del jenkem informa para mentir, para decirnos qué debemos pensar, también les gusta apuntar cómo debemos hacerlo. En el jenkem del periodismo la celulosa descompone mejor según qué portadas, según qué periódicos, según qué radios, según qué televisiones, según qué deposiciones. Las de los malos jefes suelen ser más hediondas, menos hirientes, más obscenas, hasta huelen peor, creo.  Al jenkem no se le echa sal, fermenta solo. Fermenta mejor si escupes doctrina, si lo haces reposar en el molde de la manipulación. Si fermenta y lo respiras acabas confundido, excelente estado profesional con el que podemos acabar confundiendo al ciudadano y así todos confundidos hacemos del periodismo la nada, evanescente como los gases del jenkem. Es el estado perfecto para que la manipulación cale.

Es complicado resistir tanto ataque. Muchos agresores y pocos soldados. La información sangra, el periodismo también. Me curo las heridas de anoche. El Papa Benedicto XVI anuncia que se va, lo deja. Mi cadena, la tuya, la mejor, programa un especial, la única que lo hace, es un mal programa para una buena idea. El dato es aterrador, sí, aterrador. El especial de TVE en la noche en la que el Papa anuncia que se marcha es el programa menos visto de las principales cinco cadenas de España. Apenas lo ven 3 de cada 100 espectadores. La audiencia prefería dormir con "Gran Hermano", preferían más "Tu cara me suena".

Dos de abril del 2005, muere Juan Pablo II, relevo de Papa, el último conocido. ¿Qué pasó? Que el jenkem no mandaba en las pantallas, no había nacido, no en España. El periodismo lo era porque escribía en mayúscula cada una de sus vocales, también sus consonantes. Ayer, frente al televisor, 539 mil personas, hace 8 años 5 millones. Ayer frente al televisor el 3 por ciento de la audiencia, hace 8 años el 50 por ciento. 
Hoy vemos que los que comenzaron como “apocalípticos” frente a los medios de comunicación tenían razón. Basta ver lo que está pasando a principios de este siglo. Ser un crítico en los años setenta de lo que hacían los medios era motivo de cuestionamientos peyorativos. Todo lo que escribimos en aquella época ha sido desbordado por la realidad. El repunte de la mentira a nivel internacional es absolutamente impresionante. Antes se decía que los “apocalípticos” veían manipulación en todas partes; lo que es totalmente falso. Nosotros veíamos cómo trabaja la ideología; es decir, proteger intereses particulares como si fueran intereses universales. Yo sigo en la trinchera crítica y mantengo mi pensamiento sobre la comunicación. Lo trágico es que muchos comenzaron como “apocalípticos” y ahora están del otro lado, entre los “integrados”. No es mi caso, aquí está un “apocalíptico”.  
                                                                             (Armand Mattelart)

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