Es el terreno que pretendo, el de los principios básicos. Caminando por ahí me encontré un día con Eduardo Galeano y tome su mano: “Al fin y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.
No he tenido la suerte de conocer mano a mano, en primera persona, cara a cara, a todas esas personas que tienen la suerte de trabajar en el mejor oficio del mundo. He leído que los hay abogados, los hay médicos, arquitectos, profesores, ganaderos, ebanistas, físicos, ... y también periodistas. La suerte que tenemos nosotros, los proyectos de periodista, es que tenemos un maestro que es capaz de decir lo que nosotros, aún pretendiéndolo, no somos siquiera capaces de imaginar. Me pasaría media vida para escribir lo que otro dijo por todos nosotros:
'Pues el periodismo es una pasión insaciable que sólo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad. Nadie que no la haya padecido puede imaginarse esa servidumbre que se alimenta de las impresiones de la vida. Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente.' (Gabriel García Márquez. Octubre 1996)
Y por este camino de la forja ya sí sé que si consigo ser periodista quizás me escuchen 20, 200, 2000 o quizás 2 millones. Hay quien se conforma con que les oigan, no me interesan. Ver o mirar, lleno o vacío, el yo o el vosotros. Pues eso, para todos aquellos que tienen la suerte de sacudirse la grisura cada día que acuden a trabajar. Enhorabuena por haber sabido amasaros en vuestro mejor oficio del mundo.
Intento que mi vida no acelere, nunca. Intento vivir a 60 pulsaciones, siempre. Intento no ser igual y en ese esfuerzo pretendo, siempre que puedo, no parecer distinto.
Mi vida profesional, e intento que también la personal, va de la mano de una de las grandes frases que el genial director de cine Jonathan Demme nos regaló en la no menos genial "El silencio de los corderos".
“Principios básicos agente Starling” le decía el doctor Lecter a Jodie Foster. Y la vida es así. Los principios básicos nos mueven las emociones, nos hacen cercanos y queridos, quizás lejanos y odiados. Todo dependerá de cómo los sepamos administrar.
En la palabra, en la distancia corta, en la mano abierta, ahí se refugian las claves de nuestras vidas. Ahí todos somos iguales…y todos somos diferentes. “Se tú e intenta ser feliz pero ante todo se tú”. De Lecter a Charlie Chaplin.
Y así se forja mi vida (creo que también la tuya). Cuanto más creo saber mejor administro la sencillez. No es ninguna paradoja; administrar lo sencillo es terriblemente complejo. Los miedos y las inseguridades son ingredientes que forjan nuestra identidad, son parte del ADN del yo. ¡No hagas esto!, ¡no hagas lo otro!, ¡no molestes!, ¡no metas ruido!, ¡deja paso!, ¡no comas mucho!, ¡come más!, ¡anda más despacio!, ¡anda más deprisa!
A ver quién es el guapo que sale indemne de tanta ley. Y uno llega a los 40 (fue mi caso hace 6 años) y mira hacia atrás con el vértigo de todo lo que le queda por hacer si mira hacia delante. Esa máxima para quienes administran bien porque todos conocemos a muchas personas que a los 40 ya deciden cerrar la atalaya. Luego, ¡es normal!, se quejan porque el corazón se les llena de musgo.
Y en ese tránsito las circunstancias me llevaron a estudiar “Ciencias de la Información” (Universidad del País Vasco UPV/EHU), una de las carreras más ampulosas que conozco, etérea como el humo, más por vaga que por sutil. Cinco años de clases, que no estudios, a cambio de un título. “La información no sirve de nada si por ella no pasa la vida”.
Años después llegó Emilio Lledó (mi principal maestro). Con él una frase (la leída) puso en su sitio a los casi 30 enseñantes (ni profesores, ni maestros) que mal que bien se ganaron su sueldo en la Facultad. Encajado a Lledó ya no me interesa la información sin comunicación; ahí me empeño. Por lo menos el título me ha permitido 20 años de ejercicio profesional, siempre en la televisión pública de España (TVE). En esa práctica pretendo ser periodista. Si no llegó quizás me quede en comunicador; no es mala meta frente a quienes se conforman con ser licenciados.
Y en el otro tránsito, en el de los principios fundamentales, está la gente que ha decidido regalarme parte de su vida; Inma, Ander y Amaia. Principios básicos. Agua, tierra, aire y fuego.
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