La fruta de Omid

Le tomo prestada una historia a Ramón Lobo,  intentaré no afectarla. Me he dejado las uñas hasta sangrar tinta, ha sido en balde. Araño y araño los cientos de crónicas publicadas sobre el ataque de Israel a la flotilla que transportaba ayuda humanitaria para los habitantes de Gaza. La "realpolitik" (la que, por barata o interesada,  gusta contar a las empresas de la comunicación) se vuelve a imponer a la vida (la que gusta contar a los periodistas de raza). A éstos los imagino trabajando ahora sobre el terreno. Esperaré.

Ramón Lobo, y con él unos pocos, nos ha enseñado que para entender un conflicto armado hay que girar la cara hacia quienes más lo sufren, sus víctimas. Los zumos de Omid (una de las historias, lecciones de oficio, de "Los cuadernos de Kabul") centran la vida de millones de ciudadanos de Afganistán y ahí debe estar el periodismo. Los llamados despachos de agencia escupen al mundo la realidad, siempre interesada, de los despachos de quienes mandan. Eso es lo fácil, labor para quienes no pretenden el periodismo; bastante más difícil es la defensa de sus principios básicos. Aquí un camino para la duda, habla Noam Chomsky, habla (y repite) Emilio Lledó:

“El cuadro del mundo que se le presenta a la gente no tiene la más mínima relación con la realidad, ya que la verdad sobre cada asunto queda enterrada bajo montañas de mentiras”.
                                                             
                                                                                                          (N. Chomsky)


La degeneración de la mente y el crecimiento de la mentecatez es posible, hoy más que nunca, por los múltiples canales más o menos subterráneos, por los enormes charcos de información, por el imperio de opiniones tóxicas, de mensajes podridos que, sin darnos cuenta, tragamos. Este fenómeno, cada vez más presente en la paradójicamente llamada sociedad de la información, enreda y devalúa el cerebro y, de paso, va mutilando la capacidad de pensar. Hay una expresión que mide esa cretinización colectiva: el "nivel de audiencia" que, con las excepciones que se quiera y sea cual sea el espacio en que tal nivel se busque, es, en el fondo, manifestación creciente de una forma de corrupción. Es verdad que los nuevos instrumentos de comunicación pueden ser también colaboradores eficaces para ampliar, informar, e incluso ilustrar la inteligencia. Pero esto sólo es posible si aprendemos, como en los orígenes de la democracia, en el pensamiento griego, a mirar las cosas de una manera nueva y, sobre todo, a mirar las palabras.

                                                                                      (Emilio Lledó)

Y llega el terreno de los argumentos, los reales y los interesados. Ahora se habla de la información sin fronteras, de internet, de los medios digitales, de la red global, del ciberespacio digital. Bill Gates quiere beberse los zumos de Omid. Nos toca pelear nuestro espacio. Habla Armand Mattelart:


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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lecciones de un periodista, que lo es.

Anónimo dijo...

Entonces según escribes no habría que prestar atención a la barbaridad que han hecho los del ejercito de Israel?. No estoy nada de acuerdo. Si comparto el resto.

Roberto Lakidain dijo...

Anónimo de las 16:07:

Gracias por tu comentario. Desde luego que mi idea no pretende "defender" que no se hable del hecho puntual, para nada. El ataque es un hecho informativo de primer nivel y así debe ser considerado. Lo que también me interesa (¡y mucho!) lo decía hoy, al llegar a Turquía, una de las cooperantes españolas: "Hemos vivido de manera excepcional lo que millón y medio de palestinos sufren día a día en Gaza". Y yo (leyendo de quienes me enseñan) sugiero que los medios de comunicación no olviden que esa realidad debe ir pegada a la crónica del ataque. Quiero conocer a las personas que iban a recibir (ejemplo) el material sanitario que portaba la flotilla. Defiendo que todo se muestre en su contexto; pero eso es dinero (mucho dinero) y ..... Seguro que estamos de acuerdo.
Un abrazo.

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