Es el terreno que pretendo, el de los principios básicos. Caminando por ahí me encontré un día con Eduardo Galeano y tome su mano: “Al fin y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.
Creo que voy a morir pronto y sé la causa del deceso. Llevo semanas machacando al miocardio y éste, en justa correspondencia, se va a hartar de mis síncopes. Viene al hilo la reflexión, que espero equivocada, por lo que paso a contarte; tiene que ver con mi trabajo. Cada día, en acción obligada, debo consultar el correo corporativo de la empresa. Abro Google y en el buscador pongo 2 palabras "correo rtve", esto es lo que me sale y mis ojos no pueden evitar centrar la atención en esta búsqueda:
Una noticia de hace 3 años haciendo el boca a boca reanimador a la mitad de los tertulianos de España, hablo de los intoxicadores nacionalcatodicistas que rezan cada mañana a su nuevo santo, San Mariano. No lo hacen por devoción sino por interés. Un pepinazo de ETA es igual a la mayoría absoluta del Partido Popular. ¿Qué intereses tienen? Múltiples y variados, aquí un ejemplo que hace unos días desvelaba el Presidente del Congreso de los Diputados. Hablaba José Bono de Carlos Dávila:
El calvo de Intereconomía cobraba 4 millones de pesetas de Televisión Española"
Dávila, a las órdenes de Aznar, trabajó en TVE durante años y cobraba en pesetas lo que hoy serían 24.000 € al mes. En este tránsito de las churras a las merinas creo querer decir (y si lo digo que Dávila y sus huestes me disculpen) que a falta de un pepinazo de ETA le va a tocar a BILDU comerse el marrón. Si al alcalde de Antzuola, aquí un ejemplo, se le ocurre suscribirse al GARA durante un año con cargo al presupuesto del Ayuntamiento ya tenemos cisco, y gordo. Alguien, con o sin título de periodista (eso ya es lo de menos), le preguntará a Esteban González Pons. Titular seguro para Antena 3, para Intereconomía, para Veo 7. Los directores-intoxicadores de sus desinformativos ya buscan munición para las generales. Hay que destrozar el criterio de la audiencia de la televisión.
Un estadio lleno de gente, considerado como una sola unidad, tiene la psicología de un niño de nueve años. El cerebro del electorado no da para más de dos ideas a la vez".
A falta de la suscripción al GARA el Partido Popular ya ha tirado la caña con la que, a falta de incendios forestales o embarazo de Alberto de Mónaco Charlene Wittstock, pretende su particular y asegurado culebrón informativo del verano. No lo voy a adelantar aquí, atentos a las pantallas de Antena 3.
Intento que mi vida no acelere, nunca. Intento vivir a 60 pulsaciones, siempre. Intento no ser igual y en ese esfuerzo pretendo, siempre que puedo, no parecer distinto.
Mi vida profesional, e intento que también la personal, va de la mano de una de las grandes frases que el genial director de cine Jonathan Demme nos regaló en la no menos genial "El silencio de los corderos".
“Principios básicos agente Starling” le decía el doctor Lecter a Jodie Foster. Y la vida es así. Los principios básicos nos mueven las emociones, nos hacen cercanos y queridos, quizás lejanos y odiados. Todo dependerá de cómo los sepamos administrar.
En la palabra, en la distancia corta, en la mano abierta, ahí se refugian las claves de nuestras vidas. Ahí todos somos iguales…y todos somos diferentes. “Se tú e intenta ser feliz pero ante todo se tú”. De Lecter a Charlie Chaplin.
Y así se forja mi vida (creo que también la tuya). Cuanto más creo saber mejor administro la sencillez. No es ninguna paradoja; administrar lo sencillo es terriblemente complejo. Los miedos y las inseguridades son ingredientes que forjan nuestra identidad, son parte del ADN del yo. ¡No hagas esto!, ¡no hagas lo otro!, ¡no molestes!, ¡no metas ruido!, ¡deja paso!, ¡no comas mucho!, ¡come más!, ¡anda más despacio!, ¡anda más deprisa!
A ver quién es el guapo que sale indemne de tanta ley. Y uno llega a los 40 (fue mi caso hace 6 años) y mira hacia atrás con el vértigo de todo lo que le queda por hacer si mira hacia delante. Esa máxima para quienes administran bien porque todos conocemos a muchas personas que a los 40 ya deciden cerrar la atalaya. Luego, ¡es normal!, se quejan porque el corazón se les llena de musgo.
Y en ese tránsito las circunstancias me llevaron a estudiar “Ciencias de la Información” (Universidad del País Vasco UPV/EHU), una de las carreras más ampulosas que conozco, etérea como el humo, más por vaga que por sutil. Cinco años de clases, que no estudios, a cambio de un título. “La información no sirve de nada si por ella no pasa la vida”.
Años después llegó Emilio Lledó (mi principal maestro). Con él una frase (la leída) puso en su sitio a los casi 30 enseñantes (ni profesores, ni maestros) que mal que bien se ganaron su sueldo en la Facultad. Encajado a Lledó ya no me interesa la información sin comunicación; ahí me empeño. Por lo menos el título me ha permitido 20 años de ejercicio profesional, siempre en la televisión pública de España (TVE). En esa práctica pretendo ser periodista. Si no llegó quizás me quede en comunicador; no es mala meta frente a quienes se conforman con ser licenciados.
Y en el otro tránsito, en el de los principios fundamentales, está la gente que ha decidido regalarme parte de su vida; Inma, Ander y Amaia. Principios básicos. Agua, tierra, aire y fuego.
2 comentarios:
¿Y no lo puedes decir ya? ¿Tenemos que sufrir los telediarios de Antena 3? Teledelirios en expresión tuya que no olvido, jajajaja.
Me tenías intrigado y ya he averiguado de qué la película. La primera pista la ví ayer ¿sabes dónde? en Antena 3, jajajajaja
Y aquí también, jajajaja
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