Es el terreno que pretendo, el de los principios básicos. Caminando por ahí me encontré un día con Eduardo Galeano y tome su mano: “Al fin y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.
Sé que no existo, ya no. No existo porque no existen los cisnes negros, no existo porque todos los cisnes son blancos, todo el mundo lo sabe. Me dicen que no existo porque no encajo "en la dinámica actual". No existo porque si es así, que lo es, todo el mundo sabe que yo debo incorporarme a la dinámica actual y no la dinámica actual a mi. ¿Por qué? porque los cisnes negros no existen.
Porque no existen los cisnes negros los exploradores europeos se sorprendieron al verlos, en Australia, allí en los finales del XVII. La realidad dijo que era posible lo imposible, los hombres dijeron que no. Los cisnes negros que allí vieron no sabían lo que sí sabían quienes los descubrieron, esos hombres sabían que los cisnes negros ni existen ni debían existir.
En mi ser sin deber ser me acompañan grandes compañeros y compañeras del periodismo; hoy me acordaba de una de ellas, Rosa María Artal. En su artículo "Periodismo, del rigor a la escoria" nos contaba que afeó a algunos compañeros del oficio que se ocuparan más de los problemas de salud de Terelu Campos que del proceso a Baltasar Garzón, lo hizo a la observación de “con la de cosas que hay que contar que no se cuentan”, los compañeros periodistas le mandaron "a tomar por el culo".
Los cisnes blancos sí que existen. Son más y por tanto mejores. Son más y por eso más fuertes. Son más y tienen más razón. Incluso, porque son más, hay quien sostiene que son más razonables. Son tantos y tantos que el cambio de una vocal apenas les afecta, casi es lo mismo el tanto que el tonto. Si les cambias la vocal abren las alas y graznan, siempre más que el cisne negro. El cisne blanco marca el rumbo aunque no sepa hacia dónde va. Y como esto va de cisnes recordaré la teoría del biólogo Willian Donald Hamilton "cada individuo miembro de un grupo reduce el peligro para sí mismo al moverse tan cerca como sea posible al centro del grupo que huye. Entonces, parece que la manada actúa como una unidad en movimiento conjunto, pero su función emerge del comportamiento no coordinado de individuos que buscan su propio bienestar".
Dentro de unos días voy con la manada, buscaré allí a los cisnes negros, los que no existen, los que se tratan a palos con el efecto Bandwagon, el que tanto odio a pesar de que mis padres me dijeron que no se debe odiar. Ahí voy, sin odios. Ahí voy para reunirme con los de mi manada, la manada de los cisnes negros, los que no existen pero siempre están.
No sé quien eres, pero ya lo dices todo aquí. Es un justo homenaje a Rosa María Artal. Se lo merece. Gracias por existir gente como vosotros, me apunto al cisne negro.
Sí que existís sí, existis y permitís que existamos mejor, a pesar de los cisnes blancos. Quiero agradecerte el estilo de la crítica (si me permites calificarla así); porque no somos iguales somos capaces de entenderlo como tú lo escribes. En el enlace te recomiendo continuar el camino, porque somos muchos.
Leo con sorpresa (por el inmerecido y muy amable tono de vuestros comentarios) y también con ilusión (porque a veces pienso que somos muchos más de los que parecemos). Gracias Javier, gracias a tod@s (especiales gracias por la entrevista de Eco). Recibir la mañana con vuestros comentarios es un gusto no imaginado, tampoco merecido. (-_-). Seguimos.
Intento que mi vida no acelere, nunca. Intento vivir a 60 pulsaciones, siempre. Intento no ser igual y en ese esfuerzo pretendo, siempre que puedo, no parecer distinto.
Mi vida profesional, e intento que también la personal, va de la mano de una de las grandes frases que el genial director de cine Jonathan Demme nos regaló en la no menos genial "El silencio de los corderos".
“Principios básicos agente Starling” le decía el doctor Lecter a Jodie Foster. Y la vida es así. Los principios básicos nos mueven las emociones, nos hacen cercanos y queridos, quizás lejanos y odiados. Todo dependerá de cómo los sepamos administrar.
En la palabra, en la distancia corta, en la mano abierta, ahí se refugian las claves de nuestras vidas. Ahí todos somos iguales…y todos somos diferentes. “Se tú e intenta ser feliz pero ante todo se tú”. De Lecter a Charlie Chaplin.
Y así se forja mi vida (creo que también la tuya). Cuanto más creo saber mejor administro la sencillez. No es ninguna paradoja; administrar lo sencillo es terriblemente complejo. Los miedos y las inseguridades son ingredientes que forjan nuestra identidad, son parte del ADN del yo. ¡No hagas esto!, ¡no hagas lo otro!, ¡no molestes!, ¡no metas ruido!, ¡deja paso!, ¡no comas mucho!, ¡come más!, ¡anda más despacio!, ¡anda más deprisa!
A ver quién es el guapo que sale indemne de tanta ley. Y uno llega a los 40 (fue mi caso hace 6 años) y mira hacia atrás con el vértigo de todo lo que le queda por hacer si mira hacia delante. Esa máxima para quienes administran bien porque todos conocemos a muchas personas que a los 40 ya deciden cerrar la atalaya. Luego, ¡es normal!, se quejan porque el corazón se les llena de musgo.
Y en ese tránsito las circunstancias me llevaron a estudiar “Ciencias de la Información” (Universidad del País Vasco UPV/EHU), una de las carreras más ampulosas que conozco, etérea como el humo, más por vaga que por sutil. Cinco años de clases, que no estudios, a cambio de un título. “La información no sirve de nada si por ella no pasa la vida”.
Años después llegó Emilio Lledó (mi principal maestro). Con él una frase (la leída) puso en su sitio a los casi 30 enseñantes (ni profesores, ni maestros) que mal que bien se ganaron su sueldo en la Facultad. Encajado a Lledó ya no me interesa la información sin comunicación; ahí me empeño. Por lo menos el título me ha permitido 20 años de ejercicio profesional, siempre en la televisión pública de España (TVE). En esa práctica pretendo ser periodista. Si no llegó quizás me quede en comunicador; no es mala meta frente a quienes se conforman con ser licenciados.
Y en el otro tránsito, en el de los principios fundamentales, está la gente que ha decidido regalarme parte de su vida; Inma, Ander y Amaia. Principios básicos. Agua, tierra, aire y fuego.
4 comentarios:
No sé quien eres, pero ya lo dices todo aquí. Es un justo homenaje a Rosa María Artal.
Se lo merece.
Gracias por existir gente como vosotros, me apunto al cisne negro.
Acabo de leer un texto que no está al alcance de cualquiera. Proteje la sensibilidad que emana porque os necesitamos, seas quien seas.
Sí que existís sí, existis y permitís que existamos mejor, a pesar de los cisnes blancos. Quiero agradecerte el estilo de la crítica (si me permites calificarla así); porque no somos iguales somos capaces de entenderlo como tú lo escribes. En el enlace te recomiendo continuar el camino, porque somos muchos.
Leo con sorpresa (por el inmerecido y muy amable tono de vuestros comentarios) y también con ilusión (porque a veces pienso que somos muchos más de los que parecemos). Gracias Javier, gracias a tod@s (especiales gracias por la entrevista de Eco). Recibir la mañana con vuestros comentarios es un gusto no imaginado, tampoco merecido. (-_-). Seguimos.
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