Es el terreno que pretendo, el de los principios básicos. Caminando por ahí me encontré un día con Eduardo Galeano y tome su mano: “Al fin y al cabo somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.
Dicen que es el lugar más frío de la tierra, estamos en Oymyakon. Si meas sobre la nieve, dicen, oirás romper un fino hilo de urea sobre el hielo; si escupes sobre tu cabeza, dicen, te caerá saliva cristalizada. Y de este pueblo de Yakutia, en Rusia, me acordaba en este 7 de junio, un martes que, además de ser el día posterior a mi cumpleaños, es el día mundial de los periodistas. Una profesión, si me toca ser pesimista, con el mismo futuro que los fareros y los afiladores de cuchillos. Una profesión, si me toca ser optimista, que te concede el privilegio de ver la vida desde el lado adecuado y recomendable.
Y pensaba en Yakutia y en sus rios ahora en deshielo. Y me imaginaba caminando por ellos; por momentos deslizandome encantado y por momentos encharcado al borde del colapso hipotérmico. Los periodistas intentamos tirar del oficio, nuestras empresas intentan ahogarnos en él. El share, la audiencia, nos pinta en negro la cara. Hoy nos lo recuerdan Rosa María Calaf y Luis Vega:
Es la incompetencia de los jefes la que puede afear el trabajo de un profesional. Es su ignorancia la que les lleva a seguir pidiendo materiales que no tienen calidad pero que resultan baratos. Hay que resistir las presiones y defender tu profesionalidad». Por ello, advirtió que «el reportero experto es una especie en peligro de extinción» y resaltó la importancia que tiene el valor del profesional, ya que, «la información es tan importante como la salud. De hecho es la salud social». Por ello, dijo, «debemos exigir al periodista que va a darnos la noticia la misma formación, compromiso, ética y responsabilidad que al cirujano que va a operarnos».
Y en este Día del Periodista en el que no quiero pensar en "la ignorancia de los jefes" y en la, añado yo, irresponsabilidad de las empresas, es bueno recordar a los que nos han hecho grandes. Aquí el maravilloso decálogo de Tomás Eloy Martínez, una perfecta tabla de salvación para el oficio y para los oficiantes que pretendan no sucumbir. "Recordar siempre que el periodismo es, ante todo, un acto de servicio. Es ponerse en el lugar del otro, comprender lo otro. Y, a veces, ser otro".
Escribo un poco emocionada. Estaba escuchando a Imanol y veo que es vuestro día ¿cómo no regalar algo bueno a uno de los mejores? Además también buen periodista, eso también.
Intento que mi vida no acelere, nunca. Intento vivir a 60 pulsaciones, siempre. Intento no ser igual y en ese esfuerzo pretendo, siempre que puedo, no parecer distinto.
Mi vida profesional, e intento que también la personal, va de la mano de una de las grandes frases que el genial director de cine Jonathan Demme nos regaló en la no menos genial "El silencio de los corderos".
“Principios básicos agente Starling” le decía el doctor Lecter a Jodie Foster. Y la vida es así. Los principios básicos nos mueven las emociones, nos hacen cercanos y queridos, quizás lejanos y odiados. Todo dependerá de cómo los sepamos administrar.
En la palabra, en la distancia corta, en la mano abierta, ahí se refugian las claves de nuestras vidas. Ahí todos somos iguales…y todos somos diferentes. “Se tú e intenta ser feliz pero ante todo se tú”. De Lecter a Charlie Chaplin.
Y así se forja mi vida (creo que también la tuya). Cuanto más creo saber mejor administro la sencillez. No es ninguna paradoja; administrar lo sencillo es terriblemente complejo. Los miedos y las inseguridades son ingredientes que forjan nuestra identidad, son parte del ADN del yo. ¡No hagas esto!, ¡no hagas lo otro!, ¡no molestes!, ¡no metas ruido!, ¡deja paso!, ¡no comas mucho!, ¡come más!, ¡anda más despacio!, ¡anda más deprisa!
A ver quién es el guapo que sale indemne de tanta ley. Y uno llega a los 40 (fue mi caso hace 6 años) y mira hacia atrás con el vértigo de todo lo que le queda por hacer si mira hacia delante. Esa máxima para quienes administran bien porque todos conocemos a muchas personas que a los 40 ya deciden cerrar la atalaya. Luego, ¡es normal!, se quejan porque el corazón se les llena de musgo.
Y en ese tránsito las circunstancias me llevaron a estudiar “Ciencias de la Información” (Universidad del País Vasco UPV/EHU), una de las carreras más ampulosas que conozco, etérea como el humo, más por vaga que por sutil. Cinco años de clases, que no estudios, a cambio de un título. “La información no sirve de nada si por ella no pasa la vida”.
Años después llegó Emilio Lledó (mi principal maestro). Con él una frase (la leída) puso en su sitio a los casi 30 enseñantes (ni profesores, ni maestros) que mal que bien se ganaron su sueldo en la Facultad. Encajado a Lledó ya no me interesa la información sin comunicación; ahí me empeño. Por lo menos el título me ha permitido 20 años de ejercicio profesional, siempre en la televisión pública de España (TVE). En esa práctica pretendo ser periodista. Si no llegó quizás me quede en comunicador; no es mala meta frente a quienes se conforman con ser licenciados.
Y en el otro tránsito, en el de los principios fundamentales, está la gente que ha decidido regalarme parte de su vida; Inma, Ander y Amaia. Principios básicos. Agua, tierra, aire y fuego.
1 comentarios:
Escribo un poco emocionada. Estaba escuchando a Imanol y veo que es vuestro día ¿cómo no regalar algo bueno a uno de los mejores? Además también buen periodista, eso también.
http://www.youtube.com/watch?v=F-M_zU4YBpo
Y ZORIONAK algo atrasadas.
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