La mediacracia


Mi vida profesional, e intento que también la personal, va de la mano de una de las grandes frases que el genial director de cine Jonathan Demme nos regaló en la no menos genial "El silencio de los corderos".
“Principios básicos agente Starling” le decía el doctor Lecter a Jodie Foster. Y la vida es así. Los principios básicos nos mueven las emociones, nos hacen cercanos y queridos, quizás lejanos y odiados. Todo dependerá de cómo los sepamos administrar.
En la palabra, en la distancia corta, en la mano abierta, ahí se refugian las claves de nuestras vidas. Ahí todos somos iguales…y todos somos diferentes. “Se tú e intenta ser feliz pero ante todo se tú”. De Lecter a Charlie Chaplin.
Y así se forja mi vida (creo que también la tuya). Cuanto más creo saber mejor administro la sencillez. No es ninguna paradoja; administrar lo sencillo es terriblemente complejo. Los miedos y las inseguridades son ingredientes que forjan nuestra identidad, son parte del ADN del yo. ¡No hagas esto!, ¡no hagas lo otro!, ¡no molestes!, ¡no metas ruido!, ¡deja paso!, ¡no comas mucho!, ¡come más!, ¡anda más despacio!, ¡anda más deprisa!
A ver quién es el guapo que sale indemne de tanta ley. Y uno llega a los 40 (fue mi caso hace 6 años) y mira hacia atrás con el vértigo de todo lo que le queda por hacer si mira hacia delante. Esa máxima para quienes administran bien porque todos conocemos a muchas personas que a los 40 ya deciden cerrar la atalaya. Luego, ¡es normal!, se quejan porque el corazón se les llena de musgo.
Y en ese tránsito las circunstancias me llevaron a estudiar “Ciencias de la Información” (Universidad del País Vasco UPV/EHU), una de las carreras más ampulosas que conozco, etérea como el humo, más por vaga que por sutil. Cinco años de clases, que no estudios, a cambio de un título. “La información no sirve de nada si por ella no pasa la vida”.
Años después llegó Emilio Lledó (mi principal maestro). Con él una frase (la leída) puso en su sitio a los casi 30 enseñantes (ni profesores, ni maestros) que mal que bien se ganaron su sueldo en la Facultad. Encajado a Lledó ya no me interesa la información sin comunicación; ahí me empeño. Por lo menos el título me ha permitido 20 años de ejercicio profesional, siempre en la televisión pública de España (TVE). En esa práctica pretendo ser periodista. Si no llegó quizás me quede en comunicador; no es mala meta frente a quienes se conforman con ser licenciados.
Y en el otro tránsito, en el de los principios fundamentales, está la gente que ha decidido regalarme parte de su vida; Inma, Ander y Amaia. Principios básicos. Agua, tierra, aire y fuego.
2 comentarios:
Dicen que nos informan y nos engañan pero lo hacen sin saberse engañados quienes lo hacen. Esto es un auténtico disparate y nos queda mucho por empeorar. Hemos asumido el miedo a la crisis y los que mandan a quienes nos mandan (los que ponen el money) nos saben susceptibles al miedo del miedo. Aprovechan para lanzar sus pullitas y una de aquí y otra de allá acaban llevándonos allí donde no merecemos estar.
Le preguntan al maestro Javier Dario Restrepo ¿Cómo deben cubrir los periodistas una información sobre desastres naturales naturales? Él dice:
El ideal ético es el cubrimiento de estos hechos para servicio de las víctimas.
Esto excluye toda clase de información sensacionalista, la que convierte las catástrofes en un espectáculo lucrativo.
Esta clase de información olvida a las víctimas porque la prioridad es otra: el aumento de la ciuculacióno de la sintonía. Como se ve, inicialmente es cuestión de prioridades.
El servicio a las víctimas se presta cuando la información mantiene el equilibrio entre dos extremos: el del sensacionalismo, que difunde el miedo con toda clase de especulaciones, o con el énfasis predominante en los datos más negativos y espectaculares.
El otro extremo es el de callar para no asustar y para no equivocarse; así la población se mantiene inconsciente de los peligros que corre. Para mantener el equilibrio entre esos dos extremos la información debe ser cuidadosamente verificada y su enfoque debe ser el propósito de prestar un servicio eficaz, no ls de responder a una curiosidad.
Por tanto, se extreman los mecanismos de verificación. Se eliminan los adjetivos que llevan consigo juicios de valor y se mantiene claro el objetivo de solidaridad y de ayuda eficaz.
En circunstancias como estas, en que es fácil ceder a lo emocional, resulta de utilidad el trabajo en equipo y con unas definidas líneas de política editorial.
Es una sabia política puesta en ejecución en algunos países, la de hacer una sola cadena de radio o de televisión para el cubrimiento de estos eventos. Se trata, en efecto, de poner el bien público en serio peligro, por encima de cualquier bien particular.
Y yo me acuerdo de lo que hemos hecho en Japón.
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